Nietzsche |
El
cristianismo evangélico:
Nietzsche,
el genial pensador ateo supo sintetizar la esencia del cristianismo
mejor que muchos otros pensadores, cuya vision desde un angulo mas
parcial dificilmente podria visualizar un cuadro mas completo:
La
buena nueva anunciada en el evangelio no es otra sino que el "Reino de
Dios" pertenece a los niños, a los puros de corazón. Esta fe está
exenta de todo tipo de rencores, no puede reprender a nadie, no se
defiende con argumentos, no lucha por imponerse, no puede usarse para
dividir o levantar discordias. Puede decirse que reside en si misma,
en cada momento esa fe constituye el propio milagro de su
existencia, se recompensa con ella misma, es la prueba del “Reino
de Dios” que anuncia el evangelio. Esta fe no puede declararse con
palabras, ni con ritos, simplemente debe vivirse. Es una experiencia
de vida que solo nos habla en lo mas íntimo, pues es una experiencia
de amor, de verdad, de luz y en definitiva de vida.
En
el evangelio no existe, está suprimida cualquier distancia entre Dios
y la humanidad, en esto consiste la “Buena Nueva” que anuncia. El
evangelio promete una felicidad eterna que no está simplemente
enunciada, ni tampoco está condicionada a alguna contrapartida, pues
enseña que es la práctica de vida evangélica, la vida como el
evangelio nos dice que se debe vivir, la que lleva al "Reino de Dios",
pues esa práctica es ese “Reino”. Así pues lo que diferencia al
cristiano del creyente de otra religión no es una fe diferente, sino
su vida, podria un practicante de cualquier religión ser un verdadero
cristiano de corazón, si asi lo atestiguase su vida.
Una nota
distintiva del cristiano es que no debe resistir al que le daña, ni
con acciones ni con el corazón. Para el verdadero cristiano no puede
haber diferencias entre un extranjero y un nacional, entre personas
de razas o etnias diferentes, credos diferentes, etc, no debe
enfadarse con nadie ni tampoco debe despreciar a nadie. Tanto la
vida como la muerte de Cristo fue una consecuencia de la practica de
una vida evangélica, Jesus no tuvo ninguna necesidad de practicar
fórmulas ni ritos especiales para relacionarse con Dios, el solo
utilizó el ejemplo de la práctica de una vida en la que cualquiera
que la siguiera se sintiría bienaventurado, evangélico, "Hijo de
Dios". Para el evangelista, ni el pecado, ni el arrepentimiento, ni la
oración son necesarios por la práctica de una vida evangélica, cristiana,
solo la vida practicada según su ejemplo es lo que exije el
evangelio, pues esa vida es lo que identifica con Dios, con el "Reino
de Dios".
El evangelio viene a decir que con esa manera de vivir,
cualquiera sea judio o gentil, nacional o extranjero, alcanzará el
"Reino", el cielo, se sentirá eterno. El cristianismo no puede
entenderse, por tanto, como una fe nueva sino una nueva forma de
vida nueva.
Todas
las idea conocidas del evangelio como “hijo del hombre” o
incluso de “Dios”, del “Reino de Dios”, del “Reino de los
cielos”, del “Hijo de Dios”, no pueden entenderse como
definiendo unas realidades concretas o históricas, ni tampoco seres
individuales, sino como símbolos de algo eterno, libre de la
noción del espacio y del tiempo. Lo menos cristiano que hay es la
idea bíblica de un Dios personal, de un Dios nacional, o un "Reino de Dios"
que ha de venir algún dia, de un "Reino de Dios" situado mas allá de
la vida, mas allá del umbral de la muerte. La expresión "Hijo de Dios"
representa el ingreso en esa realidad evangélica del "Reino de Dios",
la propia expresión de "Padre", tiene el mismo significado en su punto
de culminación.
El "Reino de los Cielos" es un estado del corazón, no
es un lugar fuera de la Tierra, mas allá de la tumba, la muerte no
es un puente,no es un paso a ningún sitio, en el evangelio está
ausente la idea de la muerte. Lázaro, vuelve a la vida en cuanto se
reúne con Cristo, en cuanto entra en el "Reino de Dios", en cuanto
acepta la nueva buena, por que antes estaba muerto, en sentido
místico, no material. La muerte, el tiempo, la vida física, en el
evangelio, tienen el valor de símbolos, para darnos a conocer
mediante parábolas la doctrina de la "buena nueva", el mensaje
bienaventurado de que podemos entrar en el "Reino de Dios", El "Reino de Dios" no es algo que se espera , no tiene ayer ni mañana, es eterno,
no vendrá dentro de mil años, es una experiencia del corazón,
existe hoy, y está en todas partes y también en ninguna.
El
mensajero de la "buena nueva", Jesús, murió, no para salvar a los
pecadores, sino para mostrar la forma de vivir y morir mediante la
cual alcanzaremos el "Reino de Dios", su testamento fué la práctica de
su vida, no una nueva doctrina ni una nueva ley, que enfrentar a
otras, su actitud ante sus verdugos, sus jueces, es la de no oponer
resistencia, no defenderse, amar a los que le hacen mal, sufrir y
rezar.
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